sábado, 29 de agosto de 2015

Queja al viento.

No, no. No me gusta el viento.
Mi mente empieza a galopar entre escombros vertiginosos y me resulta muy difícil detenerla. Cada rendija se vuelve una explosión de aire, cada objeto abandonado, un proyectil. Las estructuras se tambalean entre vibraciones y crujidos, rodeadas de esa danza histérica de los árboles y esos aullidos desgarradores, quizá amenazando, quizá suplicando.
Preveo la mañana siguiente regada de restos y resignación, y sin embargo al salir el sol manso, tibio, como un armonioso contrapunto, todo parece haber sido un malentendido de la noche anterior.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Algún comentario al respecto?