sábado, 24 de noviembre de 2012

Vienen

Lo que, tiempo antes, había sido nuestra morada era ahora una progresiva ruina con todas nuestras cosas, revueltas o saqueadas, esparcidas aquí y allá. Las paredes se veían sucias, el revoque carcomido, los tabiques derruidos; todo recuerdo pisoteado por el presente. Ya lo nuestro no era nuestro; ya nosotros mismos no nos éramos propios.

Sabíamos que en cualquier momento Ellos se presentarían, como tantas otras veces, reclamando lo que no les pertenecía. En ese momento sólo queríamos salvar a las niñas. Corrimos en desesperación entre las calles plagadas de residuos, todo a nuestro alrededor tiznado por el uso y el abuso.
Suplicamos a unos vecinos desconocidos para que nos permitieran esconderlas allí. Era arriesgado y ellos lo sabían, pero no había muchas opciones por lo que, por descolocada que pareciera la petición, resultaba ser la única salida posible.

Regresamos en el momento justo en el que Ellos llegaban a lo que aún llamábamos nuestro hogar; entraron con sus armas y sus linternas, con el aire autoritario que confiere el poder, dando latigazos de luz en la estancia en penumbra. Al menos habíamos logrado resguardar a las niñas. Al  menos. Por hoy.