sábado, 24 de noviembre de 2012

Vienen

Lo que, tiempo antes, había sido nuestra morada era ahora una progresiva ruina con todas nuestras cosas, revueltas o saqueadas, esparcidas aquí y allá. Las paredes se veían sucias, el revoque carcomido, los tabiques derruidos; todo recuerdo pisoteado por el presente. Ya lo nuestro no era nuestro; ya nosotros mismos no nos éramos propios.

Sabíamos que en cualquier momento Ellos se presentarían, como tantas otras veces, reclamando lo que no les pertenecía. En ese momento sólo queríamos salvar a las niñas. Corrimos en desesperación entre las calles plagadas de residuos, todo a nuestro alrededor tiznado por el uso y el abuso.
Suplicamos a unos vecinos desconocidos para que nos permitieran esconderlas allí. Era arriesgado y ellos lo sabían, pero no había muchas opciones por lo que, por descolocada que pareciera la petición, resultaba ser la única salida posible.

Regresamos en el momento justo en el que Ellos llegaban a lo que aún llamábamos nuestro hogar; entraron con sus armas y sus linternas, con el aire autoritario que confiere el poder, dando latigazos de luz en la estancia en penumbra. Al menos habíamos logrado resguardar a las niñas. Al  menos. Por hoy.

lunes, 22 de octubre de 2012

Recuerdos


Cada vez que escucho la Arietta, OP. 12, NO1 de Edvard Grieg pienso en esto...

"Una mañana gris; estoy guardando todas estas fotos desvaídas; tantos momentos, tantos rostros, tantos hechos quedarán ahora guardados para siempre.

Quién tiene el tiempo hoy como para construir ningún recuerdo... La melancolía acusa la falencia; reclama algo para sumergirnos, ocasionalmente, en sus pegajosos brazos.


Así es que compré estas fotos: momentos que nunca viví, rostros que nunca me resultaron conocidos, hechos que nunca ocurrieron.

Ya no me puedo mentir; aunque la memoria se convence fácilmente con la insistencia y jamás me delataría ante mi melancolía... y si es que no puedo vivir sin ella, entonces ahora recordaré, nostálgicamente, que no tengo ningún recuerdo.


Si. Algún día esta mañana gris será un melancólico recuerdo."

miércoles, 10 de octubre de 2012

Testigo


Mi hermano y yo imaginábamos personajes y componíamos argumentos, prolongando los innúmeros minutos de cada día hasta que el atardecer los hacía parecer escasos.

Ese día en particular jugábamos juntos como tantas otras veces, escabulléndonos por los oscuros pasillos de piedra de las ruinas que visitábamos con mis padres en esa tarde gris, saltando los canales de agua verdosa y trepando a las toscas esculturas, venosas de hiedras.

Y allí aparecieron ellos, dos hombres con más aspecto de oficinistas que de matones; lo tomaron de los brazos, casi como jugando. El no opuso ninguna resistencia mientras, esquivando las mismas acequias que nosotros saltábamos, lo llevaron hasta un coche.

Mis padres, que contemplaban a pocos metros, permanecieron impasibles. Me alzaron en sus brazos y nos apartamos, casi al mismo tiempo que un par de hombres armados se agregaban a la escena, ya de más confusa para mí, y mientras los del coche neutralizaban a estos últimos mi padre agradecía al aire que se acabara la espera.


Mi hermano testificaría lo que había visto, y finalmente no precisaría ya de la custodia constante de esos hombres con aspecto de oficinistas.

martes, 9 de octubre de 2012

Descubierto

Creo que ya había amanecido, cuando me disponía a terminar con mis asuntos. La verdad es que tampoco me importaba mucho que hubiese amanecido; había pasado los últimos tres días en ese edificio, que en un comienzo me fue tan ajeno y del que ahora podría describir cada recoveco y predecir el final de cada pasillo.

Me dediqué a recorrer aquellos, que ya se presentaban como mis dominios. Algo de comida y un sitio confortable para dormir; ¿quién podría pedir más? 
Me detuve en el rincón opuesto y contemplé por horas mi entorno. Aunque todo estaba en penumbra, pude ver sobre mi cabeza una gran estantería que sostenía tan tentadores como voluminosos libros; a mi derecha, una puerta estaba de pie, inmutable, custodiando vaya a saber qué misterio. Su hermeticidad (inusual en este tipo de construcción) me había dejado de este lado; ni una noción de qué había más allá. 
A poca distancia de donde estaba yo, se abría un respiradero de alguna cañería, con su rejilla encima. Me recordaba al desagüe de aquel patio, abrazado por ese mar de una trágica tormenta... yo miraba desde las alturas cómo se escurría todo en ella... y desaparecía.

Volví de mis recuerdos cuando escuché un grito de una mujer; la hermética puerta estaba abierta de par en par y la luz entraba caudalosamente, como adueñándose del territorio.
Me deslicé rápidamente, atravesé el hasta entonces desconocido umbral, y encontré una habitación en la que me sumergí, sin dudar, aún sabiendo que pagaría caro mi atrevimiento.

Pronto percibí el ajetreo y, aunque mi refugio parecía seguro, las luces eléctricas lo anunciaron; había sido descubierto. El abominable gas nubló mi vista, me tambaleé aunque seguí corriendo en ese confuso estado. Todo daba vueltas y no podía respirar, el mundo parecía caer sobre mí, junto con mis recuerdos, aplastándome contra el piso que parecía golpear constantemente mi cara. Aún correteé un poco más; un revoloteo final como despedida, quizá intento desesperado por escapar de lo que era inminente. 

Finalmente, no pude sostenerme más y mi cuerpo quedó de espaldas al piso, mostrando mi abdomen indefenso a ese cielo de ladrillos, mientras se filtraba ya por todo mi cuerpo adormecido una dosis letal de insecticida. 

martes, 2 de octubre de 2012

No yo


Parecía estar oscureciendo; o aclarando. En ambos casos el efecto es el mismo: el cielo y todas las sombras se veían en matices de un gris indescriptibleUna masa de gente se apelmazaba frente a un gran edificio, de extensión predominantemente horizontal. Los cercos alambrados se elevaban a una altura suficiente como para reflejar la impenetrabilidad de la inmensa fábrica. 
La gente fue dispersándose,  pronto desapareciendo. El paisaje quedó desierto como algún cuadro de De Chirico que en seguida se dibujó en mi mente, representando a la perfección la sensación cuasi inhumana que parecía en verdad inherente a aquella construcción a la que yo conocía bien.
Dos de mis compañeros eran los únicos que no habían marchado junto con la multitud, y al igual que yo planeaban confusamente ingresar al interior del predio. Pronto nos encontramos los tres atravesando las altas puertas de tejido metálico, luego de abrirlas pacientemente evitando cualquier método que precisase violencia. Nos internamos en terreno de la fábrica , deslizándonos sobre el húmedo pavimento.
 Distintos tonos de cemento era todo lo que nos rodeaba; a cierta distancia, un estanque rectangular parcialmente cubierto por una gruesa tapa de metal blanquecina, en parte desteñida, en parte oxidada. Alrededor se encontraba un grueso cerco de escasa altura, con su puerta completamente abierta. Algo me atrajo y pronto me encontré solo, penetrando el cerco y dejando a mi curiosidad arrastrarme hasta el borde descubierto del estanque. Asomado tímidamente observé su contenido; un líquido translúcido, más bien azulado y casi amenazador, asemejándose a aquel preparado tan corrosivo que solíamos utilizar en nuestras tareas diarias en la fábrica.
Mi contemplación no duró mucho; apenas pude alzar mi vista para ver la sombra de una silueta arrojándose sobre mí. Caí hacia un costado y con insospechada agilidad me escurrí hasta uno de los extremos del estanque, donde tomé una maciza pala a modo de arma de defensa.
Imaginable es la sorpresa que me causó ver que mi agresor era una persona de mi altura y mi contextura física... su cara me resultó tan familiar como la que veía cada mañana reflejada en el espejo mirándome mirarle.
El combate no duró mucho. Me vi con actitud temerosa, me vi intentando huir; golpeando con la pala, golpeando con mis puños, viendo cara a cara a mi contrincante, empujándolo fugazmente dentro del estanque y viéndolo disolverse.
Satisfecho, me deslicé fuera de la fábrica y atravesé el hediondo basural que rodeaba la zona, teniendo demasiado claro mis objetivos como para pensar que realmente se trataba de mí. Entonces comprendí que no era yo quien había vencido en la lucha.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Rastros.

Siempre estoy buscando información en la web; desde recetas de cocina hasta ejemplos de código en algún lenguaje de programación, pasando por datos sobre elaboración de cerveza, porcelana fría, puntos de crochet, plantas, germinación, mapas, acordes de guitarra, libros, música, etc., etc., etc....
Si cuando estaba en séptimo grado (entonces había un "séptimo grado") me hubieran dicho que iba a poder encontrar todo lo que puedo encontrar hoy en la nube simplemente no lo habría creído. Aunque, claro; igual me habría fascinado.

Muchas veces caigo en blogs; blogs, no páginas institucionales ni oficiales ni comerciales, sino esas pequeñas construcciones de ladrillitos prolijamente levantados por la paciencia, generosidad, ingenio, experiencia, curiosidad, conocimiento o ignorancia de personitas escribiendo en algún lugar del mundo.
Y algunas de esas veces, encantada con la información que ahí encuentro, me fijo en sus posts y en qué otros intereses comparto con ese desconocido.

Rastros.
Y algunas de esas veces, a su vez (je, ya parece una mamushka esto) veo que hace tiempo que el blog no tiene nuevas notas... y me pregunto... me pregunto qué será de su autor. Cómo será su vida, qué andará haciendo... incluso: ¿tendrá todavía una vida?
Vaya uno a saber cuántas veces estoy aprendiendo, y disfrutando, y asombrándome con cosas que aportó a este "éter virtual" alguien que ya no existe.

Si si; es como los libros, pero al alcance de cualquiera que, sin necesidad de gastar un centavo y llegando potencialmente a todos los rincones del mundo (con acceso a internet, por supuesto), quiera "editar". Y compartir. Y de alguna forma trascender, en el sentido más amplio: llegar a más allá de sí mismo; seguir vivo en otros a través de sus vivencias, imaginación, creatividad.

Brindo por los blogs y por todos los humanitos que me han aportado tantas cosas interesantes.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Jaulas.

Hace un par de meses estaba preparando la cena y con el rabillo del ojo vi algo que se movía. Me quedé mirando en esa dirección pero nada, así que seguí cocinando. En los siguientes minutos volvío a parecerme que veía algo un par de veces, hasta que finalmente pude comprobar que se trataba de un pequeñísimo ratoncito de campo, oscuro quizá negro, que temeroso se quedó mirándome desde atrás de las bandejas.
Me tomó bastante trabajo hacer que saliera de casa, y ni vale la pena decir que volvió una y otra vez en los días (y semanas) siguientes; a la alacena, al garage, al living...
Este reincidente personaje (que por reincidente terminó recibiendo un nombre, "Martín", para poder referirnos a él con mayor fluencia) causó dos cosas: una que ajustara más las medidas de limpieza de mi casa y otra que recordara lo simpático que me parecieron siempre los roedores.

Así fue que casi terminando el invierno, agarré y me compré un hamster. Bicho bonito, si los hay.
Plica se llamó. A la primera semana ya lograba que comiera de mi mano. A la segunda semana se paraba en sus patitas de atrás husmeando hacia arriba. A la tercera semana se me trepaba por el antebrazo, claramante en busca de un escape de su jaula. Hoy, a la cuarta semana, me levanté y su jaula estaba vacía. Por lo visto decidió mudarse a una maceta con remolachas que está en el comedor.
Fue fortuito que no se escapara al patio; pura casualidad que la puerta no estuviera abierta. Probablemente, de verlo huyendo por el pasto, los chimangos no lo dejarían llegar muy lejos.
Y qué hacerle; puse la maceta adentro de la jaula con agua, comida y sus juegos favoritos, y por ahora Plica parece cómodo (aparte de orgulloso de su aventura). Pero se que es cuestión de tiempo para que encuentre alguna nueva forma de escaparse.

Me hace pensar si Martín, una vez aceptado adentro de mi casa, querría escapar también. Yo creo que si.
Los seres vivos somos inquietos, quizá para eso es que existe la vida: para hacer que la materia y la energía se anden transportando de acá para allá, en forma bastante impredecible.

Quizá aplacaría un poco a Plica si le explicara que, finalmente, estamos todos en una jaula. La nuestra es más grande, eso es todo.

lunes, 27 de agosto de 2012

"Stirred, not shaken" :-p

Apa! Incluso esta imagen me marea :-p
A veces vuelvo del trabajo en ómnibus y pienso que podría usar este viaje para leer algo o hacer crucigramas... pero incluso intentar ver o escribir un mensaje de texto en el teléfono celular puede llegar a hacerme palidecer, sudar frío, sentir náuseas y ganas de vomitar... y esto puede durar un buen rato después de haber llegado a mi casa. Horrible.

Este tipo de mareo se llama “kinetosis” y no es, estrictamente, una “enfermedad” sino la reacción natural del Sistema Nervioso Central frente a una situación para la cual fisiológicamente los seres humanos no fuimos diseñados: estar dentro de objetos en movimiento. Quién nos manda...
La causa, en realidad, no es el movimiento en sí sino los conflictos que se producen entre las señales contradictorias de los distintos sistemas perceptivos (órganos en el oído, de la piel, de los ojos, de las articulaciones, de los músculos) relacionados con el equilibrio, nuestra posición del espacio y el movimiento.

Lo que me pareció curioso e interesante es que la hipótesis más aceptada como causa de la kinetosis es que funciona como un mecanismo de defensa contra neurotoxinas.
Por ejemplo: cuando una persona siente el movimiento pero no lo ve, el oído interno transmite al cerebro que siente movimiento pero los ojos siguen diciéndole al cerebro que todo está quieto.
Como resultado de esta discordancia el cerebro llega a la conclusión de que uno de estos sistemas que le mandan señales está alucinando, y entonces concluye que la alucinación ha de ser debida a la ingestión de algún veneno... por lo que intenta inducir el vómito para eliminar el posible veneno!

No es loco?

Un par de páginas que visité al respecto:


domingo, 12 de agosto de 2012

Que la luz te ilumine y... estornudes!

Salud!
Me acuerdo que desde chica me llamaba la atención que cada vez que salía al patio llegaba a hacer solamente un par de pasos antes de arrancarme de adentro un par de estornudos.
Incluso me acuerdo que cuando iba a la facultad en el camino para ir a tomar el ómnibus había una casa con la vereda blanca, blanca; tanto que reflejaba mucho la luz, y claro, el sol. Así que para mí pasar por esa casa era sinónimo de estornudar.
Claro que cuando le comenté a algún amigo algo como “qué linda que es esta casa para estornudar!” me miró bastante raro y trató de cambiar de tema... y de compañía.

Resulta ser que este tipo de estornudo es bastante común (quien está leyendo seguramente se siente identificado) (o prefiere cambiar de tema...). Se llama “estornudo fótico” y le pasa a entre el 18% y el 35% de las personas. Ocurre más comúnmente a caucásicos que a otras razas y ya Aristóteles lo reconocía en sus tiempos.

A hoy se desconoce con exactitud el mecanismo por el que se produce, pero una teoría bastante generalizada es que en algunas personas el nervio trigémino (que es el nervio responsable de la sensibilidad y de la expresión facial, de funciones motrices como morder, masticar y tragar y de la transmisión al cerebro de estímulos captados por la nariz, los ojos y el cuero cabelludo) de alguna forma mezcla señales de sus tres ramas terminales: el nervio oftálmico, el nervio maxilar y el nervio mandibular. Así la sobreestimulación del nervio óptico con la luz brillante termina disparando el reflejo de estornudar.

Parece que es hereditario (si uno de los padres lo trae en sus genes, la mitad de sus hijos tienen gran probabilidad de heredarlo) y es parte del llamado “síndrome ACHOO” (Autosomal Dominant Compelling Helioophthalmic Outburst) que es un conjunto de estornudos curiosos, como cuando una aguja es insertada en la zona del ojo o cuando el estómago se ha llenado demasiado de comida.

Aunque suene exagerado, las personas padecientes de esta condición no pueden volar aeronaves de combate por considrarse un factor de riesgo.
Yo nunca piloteé aeronaves, pero en bicicleta suele ser bastante perturbador.

domingo, 5 de agosto de 2012

Qué ven mis orejas!

Hace un tiempo mi papá y yo estábamos discutiendo de qué color eran los números del 0 al 9 y para tratar de llegar a un acuerdo sobre el 7 incluimos a mi mamá en la charla. Mi mamá opinó que ambos éramos muy raros.

Cuando unos años después tuve acceso a internet me enteré de lo que llaman “sinestesia”. Qué loco. Yo pensaba que todo el mundo sentía cosas semejantes, pero se ve que no.

Qué impresión esta cara... lo demás vaya
y pase, pero tiene cuatro orejas y NINGUNA nariz!
La sinestesia, también llamada “sensación asociada” o “sensación secundaria”, implica una mixtura de impresiones que se perciben mediante distintos sentidos; por ejemplo suele decirse que una persona sinestésica puede “escuchar un color” u “observar música”.
En 1995 midieron el flujo cerebral de varios voluntarios mediante una tomografía, mientras se proporcionaban palabras a las que asociaban colores. Los cerebros de los sinestésicos se iluminaron en distintas áreas cerebrales demostrando una conectividad anatómica no habitual entre diferentes módulos sensoriales de la corteza.
Una explicación biológica es que a temprana edad el cerebro todavía no ha realizado la “especialización” de las distintas áreas ante estímulos sensoriales, ergo las conexiones sinápticas entre las áreas están unidas.
En el proceso de desarrollo cada área se va especializando ante estímulos de diferente índole, por lo que se lleva a cabo una “poda sináptica”. En el cerebro de una persona sinestésica esa poda sináptica es menor, lo que da lugar a este tipo de percepción dure toda la vida.
Parece ser que generalmente se hereda por el cromosoma X (vía materna) y se da con mayor frecuencia en mujeres que en hombres.

Entre los principales tipos de sinestesia están:
Grafema a color: un signo, letra o número se relaciona con un color específico.
Léxico a gusto: una palabra induce un gusto determinado.
Música a color: música que hace que se visualice cierto color.

A mí me pasa que ciertos sonidos, cierta música induce determinados sabores y formas de líneas o texturas. También muy a menudo siento que algunos conceptos me evocan la sensación clarísima de estar en cierto lugar.
Además de la versión “grafema a color”, que parece ser de las más comunes. Por ejemplo, estos son para mí los colores que tienen los dígitos 0 a 9 y los días de la semana:
0: blanco, 1: negro, 2: azul, 3: naranja oscuro, 4: marrón, 5: amarillo, 6: celeste, 7: rosa oscuro, 8: azul frío, 9: verde oscuro.
Lunes: blanco, Martes: marrón claro, Miércoles: verde claro, Jueves: naranja, Viernes: gris oscuro, Sábado: azul, Domingo: rojo.

domingo, 29 de julio de 2012

Una cosa lleva a la otra, y entre las dos lavan la cara

Jacek Yerka "Dwa slimaki"
Arranqué pensando en levadura y otros hongos; cerveza, pan, yogur, queso...
Entonces pensé en cocinar, ñami. Pensé en hongos de pino y gírgolas. Y de ahí, me acordé de la huerta en mi patio. Y en las tortugas que viven ahí. Y los pájaros que las visitan, y los árboles que los pájaros recorren... y en lo lindo que es dibujar árboles y otras cosas. Cosas que puedo armar en rompecabezas y hacer con porcelana fría.

Hacer; tantas cosas para hacer y tantas por descubrir para hacer. Todo sazonado con música. Y libros, libros que inspiran a imaginar y a investigar... Y hoy investigar es tanto más accesible y colorido gracias a internet. Internet y tecnología... Y la lógica, y programar, y escribir, y comunicarse. Comunicarse con otras personitas que coexisten con nosotros en el tiempo que nos ha sido asignado. Comunicarse con nuestros amigos... y para eso qué propicio es agregar unas cervecitas! Lo que me lleva nuevamente a las levaduras.