domingo, 28 de septiembre de 2014

No quiero una casa limpia.

No quiero una casa limpia.
En todo caso, que sea una casa limpiada.

Limpiada después del barro seco en el piso que queda de tanto entrar y salir atendiendo a mi jardín.
Después de los restos de comida en la cocina por esos platos con los que experimento mezclando sabores, después de la olla de cocinar cebada que huele a lúpulo por la última cerveza que preparé.
Después del baño que huele al shampoo que usé para lavar mi pelo, después de la galería sembrada con arena y lombricompuesto de los cajones en los que sembré.
Después de la mesa de pool con los tacos apoyados del juego que todavía no pude terminar, después del escritorio con el vaso lleno de agua coloreada por acrílicos del dibujo que estoy haciendo, después del taller con aserrín y aguarrás en una lata porque todavía hay un pincel en remojo.
Después del dormitorio con alguna que otra ropa fuera de lugar porque subí corriendo a buscar mis jeans que tiene las rodillas sucias para seguir haciendo cosas.

Quiero una casa vivida, no impecable. Que tenga que limpiarla para que no esté sucia.
Pero no quiero una casa limpia.

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